TRABAJO EN PRISIÓN. OBSERVANDO LAS
DESIGUALDADES DE GÉNERO
Autores:
Lola Frutos Balibrea
Dpto. Sociología y Trabajo Social. Universidad de
Murcia
|
Antonio Viedma Rojas
Dpto. Sociología I (Teoría, Metodología y Cambio
Social). UNED
|
Consuelo del Val Cid
Dpto. Sociología I (Teoría, Metodología y Cambio
Social). UNED
|
Resumen:
La relación entre trabajo y prisión ha sido
constante e intensa a lo largo de la historia. El vínculo entre uno y otra se
ha justificado socialmente como una acción punitiva, disciplinaria y
explotadora, también lo ha hecho como un instrumento unido al proceso de
socialización y normalización de la vida cotidiana en prisión, y como una
actividad ligada a la subsistencia económica de las personas presas.
Este trabajo se centra en la dimensión
económica de subsistencia y, más concretamente, en el modo en que incluso en
estas situaciones de extrema vulnerabilidad, la organización social del trabajo
en prisión reproduce desigualdades entre varones y mujeres de una manera
similar a como sucede fuera de la prisión. Las desigualdades entre unos y otras
se dan tanto en el acceso y asignación a las mejores posiciones en la
estructura laboral como en el salario que perciben por su trabajo. Las mujeres
ocupan los puestos menos valorados, como la limpieza o los relacionados con los
cuidados, mientras que los varones acceden al trabajo de talleres, cocina y
otros puestos mejor remunerados. Las mujeres, además, trabajan menos tiempo y
de un modo menos continuo, lo que provoca que al final sus salarios también
sean menores.
Los resultados de esta ponencia derivan del
proyecto de I+D+I denominado “SINDISCRIP”.
El objetivo principal del proyecto era la creación de un sistema de indicadores
que permitiese observar la posible existencia de desigualdades entre varones y
mujeres en prisión que pudiesen conducir a la discriminación.
Palabras
clave: trabajo, prisión, género, desigualdad.
1. Presentación de la
investigación
Aunque existen tres prisiones exclusivamente
de mujeres, dos con módulos externos para madres que viven con sus hijos y una
con un módulo para familias con niños menores de 4 años, la gran mayoría de las
reclusas que cumplen sus condenas en las prisiones españolas
lo hacen en centros penitenciarios diseñados específicamente para varones. Su
relativa reducida presencia entre la población reclusa (7,5 - 8% del conjunto)
y, sobre todo, el modo en que son distribuidas en el conjunto de prisiones por
la institución penitenciaria hace que su peso respecto a sus compañeros sea
minoritario en todos los centros. Lo habitual es que la proporción de mujeres
en un centro penitenciario no supere el 10% o sea mucho menor.
Esta desproporcionada distribución hace que
la mayoría de las mujeres vivan en centros con un régimen de seguridad pensado
para controlar situaciones con un riesgo mucho más elevado del que ellas suelen
provocar o, incluso, que la seguridad se acentúe aún más para protegerlas de
sus propios compañeros o para evitar la interacción con ellos. Las dificultades
para moverse dentro de las cárceles, para realizar actividades, comunicar o
para acceder al trabajo o la educación hacen que la situación para ellas se
asemeje a la de vivir en cárceles dentro de cárceles.
Cuando estas restricciones en el régimen de
vida pueden afectar a Derechos fundamentales, la medida de las diferencias
entre unos y otras resulta muy importante. De los resultados de estas medidas
se pueden derivar desigualdades que pueden conducir a situaciones
discriminatorias. La medida de estas diferencias
fue el objetivo del proyecto SINDISCRIP realizado a partir del estudio de 42
centros penitenciarios, en los que al menos había 10 mujeres. El segundo
objetivo de SINDISCRIP era crear un instrumento de recogida de información que
permitiera medir las posibles diferencias anualmente.
Las áreas específicas que abordó SINDISCRIP
fueron: a) condiciones de vida y régimen penitenciario; b) Derechos
fundamentales -trabajo, educación, salud, comunicación- y, c) igualdad de
oportunidades -acceso y adecuación de programas y actividades-. En esta ponencia se expone una reflexión
sobre los resultados del área de trabajo.
2. El trabajo en las
cárceles: introducción histórica y teórica
La relación entre trabajo y sistema penitenciario ha sido
constante e intensa a lo largo de la historia. Matthews (2003) plantea que este
vínculo se ha mantenido atendiendo a dos tipos de estrategia: la que justifica
el trabajo penitenciario a partir de la lógica económica, es decir, la que
considera sus resultados como una oportunidad de negocio a los empresarios o al
Estado, al posibilitarles competir en el mercado con los bajos costes de
producción que permite la explotación de los presos y, la que encuentra su
razón de ser en la capacitación y rehabilitación de los mismos, es decir, en la
lógica del tratamiento. Con matices, ambas lógicas subsisten hoy día.
No hay que olvidar que el trabajo ha sido también una forma de
ahondar la penalidad del encierro en la historia del sistema penitenciario
(Aranda 2006: 119-121). En España, el ejemplo más reciente lo proporcionan los
presos condenados a “los batallones de trabajadores” que desde la década de los
cuarenta y hasta los sesenta realizaron grandes obras civiles a cambio de la
reducción de sus penas (Acosta 2004) (Molinero, Sala y Sobrequés 2004).
Esta situación no es extraña en la historia de la relación entre
el sistema penitenciario y el trabajo, y por este motivo Melossi y Pavarini
(1981) construyeron una teoría sobre la genealogía común del capitalismo y los
sistemas penales. En su libro “La cárcel como fábrica” estos autores analizan
el papel de la cárcel como forma específica de castigo localizada entre la
emergencia del capitalismo social y el desarrollo del trabajo industrial. Tanto
la fábrica como la cárcel se han consolidado como los espacios sin libertad del
sistema político y económico.
Hoy día, en el ámbito español, el trabajo en prisión sirve
fundamentalmente para articular y normalizar la vida cotidiana durante el
encierro (Miguélez, 2007). La investigación de Miguélez sobre las prisiones en
Cataluña muestra que la función educativa (estructuración del tiempo de la vida
cotidiana, aprendizaje de pautas colectivas, trabajar en grupo), así como la
generación o mantenimiento de valores “asociados al esfuerzo, la autonomía
individual y el autosostenimiento”, son los elementos clave en la inclusión del
trabajo en el ámbito penitenciario. En las prisiones del resto del Estado la
situación es muy similar.
Para comprender el trabajo penitenciario sería necesario realizar
una observación integradora que tuviera en cuenta tanto los contextos
económicos como los sociales en cada momento histórico. Hoy día, sin duda, la
incorporación de la mujer al mercado de trabajo y la convivencia conjunta en
las prisiones modernas hace necesaria la inclusión de la observación de las
desigualdades de género en la división social del trabajo en prisión. Este tipo
de desigualdad se superpone a otras derivadas de la condición de inmigrante o
de pertenecer a determinadas etnias.
Este trabajo centra la mirada en las desigualdades estructurales
que se derivan del hecho de ser mujer, es decir, en conocer si la cultura del
trabajo androcéntrica produce desigualdades estructurales en las mujeres.
La conclusión más importante a la que se ha llegado es que el
espacio penitenciario produce y reproduce las mismas desigualdades que se dan,
de una forma similar, fuera de la prisión. El tipo de trabajo mayoritariamente
ocupado por las mujeres extramuros (cuidados y tareas de mantenimiento del
hogar) es el mismo que realizan también mayoritariamente en las prisiones; y,
los trabajos más especializados, mejor valorados y mejor pagados son ocupados
principalmente por los varones.
3. El trabajo como
mecanismo de inclusión social desde la perspectiva de género
El trabajo sigue siendo uno de los factores de integración y
cohesión social más importantes en las sociedades actuales. La literatura
socioeconómica ortodoxa ha conceptualizado el trabajo de manera restringida,
exclusiva del trabajo asalariado, y apenas ha concedido importancia a otro tipo
de trabajo que no esté incorporado a la producción de mercancías.
Tradicionalmente, la teoría se ha construido siguiendo un modelo androcéntrico
basado en el modelo del cabeza de familia: varón “ganapán”. La asimetría de
poder entre varones y mujeres sigue siendo una característica que se mantiene
en todas las sociedades en mayor o menor grado. Esta desigualdad se reproduce
tanto en el espacio público como en el privado. De hecho, como ya señaló Sen
(1990), en el interior de las familias se dan tanto la cooperación como el
conflicto. El conflicto a menudo se relaciona con el hecho de que el trabajo
doméstico se volvió “invisible” conforme se iba definiendo el trabajo real como
aquel por el que se percibe un salario. Así, aunque el trabajo remunerado es el
más valorado socialmente, hay que considerar que los cuidados a las personas
que se realizan en el hogar —mayoritariamente por las mujeres—, cumple también
esa función de integración.
La incorporación de la categoría de género al análisis
socioeconómico de las relaciones sociales es muy reciente y aún más en el caso
de la población reclusa. A menudo la ciencia económica ha incorporado
estereotipos sobre el trabajo remunerado realizado por las mujeres (Frutos,
2006), por lo que es importante partir del análisis feminista ya que cuando las
mujeres participan en el mercado de trabajo lo hacen desde una posición
desfavorable (Frutos 2006:42). De hecho, el abandono de los estudios o del
trabajo remunerado para las mujeres está ligado al mandato social oculto de
cuidar de su familia, como si se tratara de un contrato previo al contrato
social. De ahí que las mujeres tienden a ubicarse en mercados secundarios, en
palabras de Piore (1983), en los que es más fácil caer en un momento determinado de sus
trayectorias vitales en la exclusión y en el delito. No obstante, uno de los
puntos débiles de las teorías de la segmentación de los mercados es considerar
a las mujeres como un todo homogéneo ubicado en el sector secundario (Frutos,
2006:60). En efecto, no se consideran factores relevantes, como son la clase
social de pertenencia, la etnia, las cualificaciones, el nivel educativo
adquirido, la situación familiar etc.
Al considerar el sistema de género como una relación social es
relevante tener en cuenta simultáneamente la producción y la reproducción para
considerar plenamente a las mujeres como 'actoras' sociales.
Históricamente, en los países occidentales, el Mercado de Trabajo
ha sido construido en sucesivas etapas. En la época ''fordista'', entre el fin
de la segunda guerra mundial y hasta la crisis del petróleo del año 1973, se
desarrollaron las bases del Estado de Bienestar con la aplicación del modelo
keynesiano de pleno empleo masculino y la extensión de lo público,
especialmente en educación, sanidad y servicios sociales, lo que supuso un
avance hacia la igualdad al ensancharse las capas medias de la sociedad y
mejorar las condiciones de vida de toda la población.
En este contexto se perpetúa la figura del asalariado como actor
social clave, como consecuencia de la regulación entre capital y trabajo, y se
asienta la centralidad del trabajo como base de derechos y de integración
social, especialmente en el caso de los varones, constituidos en “ganapanes”
para el resto de la familia, mientras que las mujeres permanecían en los
hogares (Frutos, 2008). Además, las luchas obreras lograron el reconocimiento
de ciertos derechos humanos básicos plasmados en la Declaración de los
Derechos Humanos de 1948. Esta etapa conocida como Estado del Bienestar
corresponde a la época de los gobiernos socialdemócratas.
El análisis feminista ha prestado atención al subtexto patriarcal
del Estado de Bienestar (Frutos 2006:80). Su diseño parte de la idea de que las
bases de la ayuda del Estado del Bienestar para compensar situaciones de
vulnerabilidad (por enfermedad, paro, jubilación), se refieren a varones que
trabajan en el empleo remunerado. Los hombres son los titulares de 'derechos
directos’, mientras que las mujeres los perciben en función de su relación con
el cabeza de familia.
A partir de la crisis de los setenta, en la llamada etapa
“postfordista”, como señala Castells (1995:418-419), se va a producir una
quiebra de la relación salarial como base de la integración social: "las
políticas de integración estaban animadas por la búsqueda de los grandes
equilibrios y la homogeneización de la sociedad a partir del centro. Procedían
mediante directivas generales a nivel nacional para promover el acceso de todos
a la educación y a los servicios públicos, reducir las desigualdades sociales y
desarrollar y consolidar la condición salarial. En cambio, las actuales
políticas de inserción aparecen como contrapunto a las características
anteriores. Obedecen a una lógica de discriminación positiva: se fijan en
poblaciones particulares de zonas singulares y despliegan con ellas estrategias
específicas. Esto lo hacen a partir de la constatación de que esas poblaciones
y zonas tienen menos y son menos: barrios marginales, familias mal
socializadas, jóvenes subempleados o inempleables, parados de larga duración...
poblaciones que en la coyuntura actual ya no son integrables".
A partir de ahora, el Mercado y no el Estado es el protagonista, y
la consecuencia más relevante es la aplicación de medidas de flexibilización y
de desregulación en todos los ámbitos, dándose tanto en los mercados
financieros como en el mercado de trabajo. Las empresas buscan la
competitividad a cualquier precio y anhelan mano de obra que se adapte a su
versatilidad. Prefieren zonas francas que se sustraen con más facilidad a la
regulación laboral. Algunas autoras feministas han identificado a este
neoliberalismo como la extensión de “una economía del trabajo doméstico fuera
del hogar”, es decir, se extiende un tipo de trabajo cuyas características lo
tenían antes los empleos femeninos, sumamente vulnerables (Sassen, 2003). En
este sentido, Sassen (2003: 122), señala el incremento de nuevas segmentaciones
en el mercado de trabajo: por un lado, se está debilitando el rol de la empresa
al tiempo que se produce un desplazamiento de las funciones del mercado laboral
al hogar o la comunidad. Así, esta autora califica a la informalización como un
fenómeno que "reintroduce la comunidad y los hogares como un importante
espacio económico". Se produce una continua devaluación y feminización del
trabajo en esos empleos.
Desde una perspectiva individual, la inserción social se produce a
lo largo de las trayectorias vitales, a partir de la socialización durante la
infancia y juventud cuando se construye la identidad social de la persona. En
ese momento es clave la familia de origen y otros agentes de socialización,
como son la escuela, los medios de comunicación, el consumo de masas, los
grupos de iguales y el territorio -rural o urbano-. La población reclusa a
menudo presenta problemas de abandono familiar, fracaso escolar y dificultades
para conseguir un trabajo normalizado.
Desde una perspectiva social, los contextos institucionales e
ideológicos vigentes en un momento histórico influyen en las trayectorias de
los individuos.
En el caso de la población reclusa, hay que tener en cuenta los
cambios en la familia y en las relaciones de género, la política laboral y el
mercado de trabajo o la forma en la que se aborde la exclusión social. Si la
política social se orienta hacia la integración de colectivos que se han
quedado por debajo del nivel de vida considerado mínimo, la política
penitenciaria se dirige hacia el control y la integración de las personas que
han quebrantado las normas del código penal.
4. El trabajo en las prisiones y sus
funciones
Si bien en principio hay una frontera entre pobres y delincuentes,
en la práctica se trata de una frontera muy tenue. En efecto, la interacción
entre exclusión socioeconómica y población reclusa es una constante en todas
las sociedades. De ahí que se considere un problema estructural.
En el pasado se articuló un sistema 'caritativo' con relación a
los pobres apacibles y sumisos y resignados y otro 'represivo' con aquellos que
se rebelaban. Los patronos no encontraban trabajadores dóciles y responsables,
por ello se consideró la vagancia un delito. La burguesía, una vez consolidada
tras las revoluciones liberales, se sentía amenazada por las posibles protestas
del proletariado organizado. Por ello convierte a los desadaptados en
culpables.
Con frecuencia tanto los mecanismos de protección social a los más
necesitados como los de represión a través de la justicia, la policía, la
cárcel, se aplican sin tener en cuenta las estructuras sociales que generan las
situaciones de poblaciones excluidas, trasladando al individuo y a su contexto
la responsabilidad de su situación.
El colectivo IOE (2001) señala que la inmensa mayoría de los
penados procede de familias en situación económica y laboral precaria, además
de contar con una baja cualificación profesional. Así mismo remarcan que
"el aparato judicial penal apenas interviene contra los delitos de cuello
blanco de empresarios y directivos de empresas públicas o privadas que utilizan
la corrupción, el tráfico de influencias, la especulación, la adulteración de productos
o el deterioro de ecosistema para rentabilizar sus negocios o acrecentar su
poder" (IOE, 2001:21).
Entre los factores más relevantes que contribuyen a delinquir se
sitúan, además de la precariedad económica-laboral y la baja cualificación
profesional, el desarraigo familiar y las drogodependencias.
¿Qué papel tiene el trabajo en las instituciones penitenciarias?
Varias son las perspectivas que inciden sobre el trabajo en las
prisiones: en primer lugar, la legislación internacional y también la española
ponen el acento en que el trabajo es un derecho de la población penada —tanto
de hombres como de mujeres— que tiene como finalidad principal facilitar la
reinserción social. La
Constitución Española recoge en su artículo 25.2 el derecho
de los presos a un trabajo remunerado y a los beneficios correspondiente de la Seguridad Social.
La ley General Penitenciaria en su artículo 26 indica que el trabajo
penitenciario tiene como finalidad el tratamiento.
Desde otros enfoques, el trabajo es considerado un fin en sí mismo
para lograr cambiar el comportamiento delictivo de los penados (Filella, 1998).
Otros autores (Wacqüant, 1995; Álvarez y
López 2003), destacan ante todo la función económica del trabajo, como ocurre
en las cárceles de Estados Unidos de carácter privado. El enfoque neoliberal
remarcaría que el preso debe trabajar para que no se produzca un exceso de
gasto social público. Se trataría de compensar a la sociedad y a las víctimas
del delito de lo que la población delincuente le ha quitado. De hecho, en EEUU
se ubican cárceles en zonas deprimidas en las que se organiza el trabajo con
empresas del exterior. La persona presa tendría que demostrar que aunque no le
apeteciera trabajar en el interior de la prisión, está dispuesta a hacerlo,
además de contribuir con su trabajo al coste que supone el mantenimiento de la
institución carcelaria y su propia manutención, también para dar ejemplo de que
está dispuesta a cumplir con la norma.
Los talleres productivos desempeñan un papel significativo ya que
cuentan con un doble estatuto: por un lado socioeconómico y por otro
penitenciario. En el primer caso, se trata de espacios donde se practican las
llamadas políticas de 'dumping social', es decir, producen a un coste más
barato que en el exterior y ello beneficia a las empresas que demandan el
trabajo de los presos. En el segundo caso, desde el punto de vista
penitenciario, el acceso al trabajo se
configura como un elemento de control de los internos.
Desde el punto de vista de la reinserción social estos talleres no
son muy eficaces ya que generan en los presos una escasa cualificación; de
hecho, así son la mayoría de los trabajos que se ofertan en las prisiones
españolas, aunque alguno puede contribuir a la formación de algún oficio,
importante para la reinserción social posterior.
5. Aproximación a los
datos: apunte metodológico.
Las fuentes de información han sido los centros penitenciarios y
el Organismo Autónomo de Trabajo Penitenciario y Formación para el Empleo
(OATFP). El fracaso en la recogida de datos en los centros penitenciarios,
fundamentalmente por los errores introducidos en la definición de la estructura
ocupacional y la incapacidad de distinguir en los centros la taxonomía final
que se utiliza en el OATFP, hizo que se tuviera que recurrir directamente a las
bases de datos centrales del OATFP tras la recogida, en la etapa final. La
falta de cohesión y los numerosos errores conceptuales así lo exigían.
No obstante, el resultado de esta decisión no fue negativo, sino
que, por el contrario, al disponer el OATFP de un registro individualizado de
los trabajadores, sus sueldos, los puestos y algunas variables
sociodemográficas la información que ha ofrecido ha sido más completa, válida y
fiable
Otra fuente de información utilizada ha sido las entrevistas abiertas
realizadas a las mujeres presas. Con ellas se pretendía observar sus
trayectorias vitales; el trabajo, como es lógico, ha sido una de las cuestiones
más abordadas en su discurso. Los datos manejados en este trabajo se
corresponden al año 2010 completo.
6. Estructura
ocupacional en las cárceles españolas
En el informe del año 2010, el OATFP expone las características de
la estructura laboral del trabajo en prisión haciendo mención a tres grupos de
ocupación diferentes: lo que denomina “talleres tradicionales”, los “talleres
de servicios penitenciarios” y las "ocupaciones" que tienen como
misión realizar trabajos con empresas externas que utilizan recursos físicos y
humanos de la prisión para llevar a cabo su producción. Los “talleres tradicionales”
son los que se han conocido históricamente como los talleres de trabajo
productivo; éstos proporcionaban el trabajo remunerado contratado por empresas
externas o el que se realizaba para cubrir algunas necesidades del propio
sistema penitenciario. Los “talleres tradicionales” según este informe son: los
talleres textiles de confección industrial, la
carpintería metálica, las artes gráficas, la carpintería de madera, los
manipulados que se encargan de preparar los lotes higiénicos que se envían al
resto de las prisiones, los talleres de electricidad y electrónica cuya misión
es la de reparar equipos informáticos de los economatos de las prisiones y se
asimila a manipulados como categoría laboral, los talleres de agropecuaria que
produce algunos productos para el autoconsumo y los talleres de producción de
artesanía.
El grupo de los talleres de servicios penitenciarios está
compuesto por los que trabajan en torno a la preparación y distribución de
alimentos (cocina, panadería y repostería) y en las actividades auxiliares
(limpieza, peluquería, lavandería, reparto de alimentos y otros con menor
ocupación como socorristas), economatos y mantenimiento de instalaciones. La
equiparación legal de estas tareas ha hecho que muchos trabajos que antes se
realizaban para conseguir beneficios penitenciarios ahora se realicen cobrando
un salario.
El tercer grupo de ocupación se refiere a los talleres que
colaboran con empresas externas. En el
informe del 2010 la distribución de estos talleres fue la que se muestra en el
siguiente cuadro.
Cuadro 1. Talleres de trabajos realizados para empresas
externas.
ESPECIALIDADES PRODUCTIVAS
|
Manipulados
I
|
22
talleres
|
Cerámica
|
1 taller
|
Confección
Industrial
|
10
talleres
|
Carpintería
de madera
|
8 talleres
|
Manipulados
II
|
112
talleres
|
Panadería
|
2 talleres
|
Carpintería
Metálica
|
32
talleres
|
Prestación
de Servicios
|
4 talleres
|
Fuente: Informe 2010 OATFP
Como se puede observar, esta relación es un poco confusa, puesto
que algunos talleres tradicionales son utilizados por las empresas que contratan
externamente y no se distingue muy bien la estructura laboral cuando nos
referimos a una u otra categoría. Este fue el motivo de los errores en la
codificación de los indicadores de trabajo cuando se recogieron los datos. La
diferenciación tradicional entre talleres productivos y servicios auxiliares
había cambiado y algunos centros no sabían lo que se estaba solicitando. Por
este motivo, se considera más adecuado utilizar como referencia la estructura
salarial relacionada con las ocupaciones.
Atendiendo a esta clasificación, se puede decir que el trabajo en
las prisiones españolas se divide en
tres grupos de ocupación:
Grupo I (los llamados talleres auxiliares) que agrupan las
actividades de limpieza, reparto de comida, mantenimiento básico, auxiliares de
biblioteca etc. Es el escalón más bajo; un trabajador gana 2,59 euros la hora.
El Grupo 2 agrupa a los talleres tradicionales y los manipulados
realizados para empresas. Son trabajos manuales que en su mayoría no requieren
gran cualificación, a excepción de la cocina y la panadería que necesita de un
curso de formación, muy valorado entre los presos por su repercusión en las
posibilidades de trabajo en el exterior. El sueldo del Grupo 2 es de 3,66 euros
la hora y hay una categoría de operario superior que gana 4,39 euros.
El Grupo 3 está compuesto por los trabajos externos mejor pagados
y valorados. Son trabajos realizados para empresas que tienen una organización
similar a la del exterior.
Cuadro 2. Categorías ocupacionales y sus retribuciones en el trabajo en
prisión
GRUPO
OCUPACIÓN
|
ESPECIALIDADES
|
OPERARIO
BASE
|
OPERARIO
SUPERIOR
|
I
|
ECONOMATO
|
2,59
|
|
|
ACTIVIDADES AUXILIARES
|
2,59
|
|
II
|
MANIPULADOS I
|
3,66
|
|
|
CONFECCIÓN INDUSTRIAL
|
3,66
|
4,39
|
|
MADERA
|
3,66
|
4,39
|
|
ARTES GRÁFICAS
|
3,66
|
4,39
|
|
ELECTRICIDAD Y ELECTRÓNICA
|
3,66
|
|
|
CERÁMICA
|
3,66
|
|
|
COCINA
|
3,66
|
|
|
PANADERÍA
|
3,66
|
|
|
AGROPECUARIA
|
3,66
|
|
III
|
MANIPULADOS II
|
3,77
|
|
|
MANTENIMIENTO
|
3,77
|
|
|
METALICA
|
3,77
|
|
|
PRESTACIÓN DE SERVICIOS
|
3,77
|
|
Fuente: OATFP
Para tener una idea aproximada de la dimensión que representa el
trabajo penitenciario se pueden utilizar dos indicadores: el volumen de
facturación, que durante los años 2010 y 2011 han rondado los 177 millones de
euros y, el tamaño de la población reclusa que durante el año 2010 estuvo
involucrada en algún trabajo remunerado que fue de un 34,1%. Eso significa que
22.268 personas diferentes realizaron alguna actividad laboral.
La distribución por sexo de este grupo de trabajadores es similar
al de la población penitenciaria general, aunque las mujeres mejoran su peso
comparativamente: 1 de cada 10 personas que tienen un trabajo remunerado son
mujeres. Las mujeres trabajadoras representan el 9,9% de la población
trabajadora total, mientras que su peso entre la población penitenciaria
general fue del 8,1%.
Cuadro 3.
Población reclusa general y población trabajadora en las cárceles
españolas (2010)
|
POBLACIÓN GENERAL (MEDIA 2010)
|
POBLACIÓN TRABAJADORA
|
|
n
|
%
|
N
|
%
|
Hombres
|
60.031
|
91,9
|
20.064
|
90,1
|
Mujeres
|
5.265
|
8,1
|
2.204
|
9,9
|
Total
|
65.296
|
100
|
22.268
|
100
|
Fuente:
Elaboración propia a partir de datos de OATFP ofrecidos a SINDISCRIP.
Estos primeros datos muestran también que la tasa de actividad
femenina fue del 41,86% mientras que la de los varones es del 33,42%; es decir,
algo más de 4 de cada diez mujeres trabajan, mientras que en el caso de los
varones es tres de cada nueve.
En principio, la ocupación entre varones y mujeres no muestra
desigualdades significativas. Ahora bien, las diferencias comienzan a
producirse cuando se analizan otros componentes de la estructura ocupacional,
como el grupo profesional en el que fueron ocupados unos y otras, o cuando se
desciende a las condiciones de trabajo en cuestiones como el tiempo de trabajo
y sus efectos sobre el salario.
Si analizamos la forma en que se distribuyen en los tres grupos de
ocupación se observa que mientras las mujeres siguen una estructura piramidal,
en la que la base la constituye el Grupo
1 con un 62,2%, el segundo escalón -el Grupo 2-, con casi la mitad de
peso (33,3%) y un ínfimo 3,8% que participan en el grupo 3, el más valorado;
los varones se distribuyen de manera más homogénea entre el Grupo 1 (casi la
mitad se ocupan en este nivel, 49,9%) y el Grupo 2 (41,9%). En el Grupo 3
trabajan el 8,9%.
Cuadro 4. Distribución de la estructura ocupacional de
la población reclusa según sexo y grupo de ocupación
|
Varón
|
Mujer
|
|
n
|
%
|
n
|
%
|
Grupo
1
|
9873
|
49,2
|
1386
|
62,9
|
Grupo
2
|
8413
|
41,9
|
735
|
33,3
|
Grupo
3
|
1777
|
8,9
|
83
|
3,8
|
Total
|
20063
|
100
|
2204
|
100
|
Fuente:
Elaboración propia a partir de datos de OATFP ofrecidos a SINDISCRIP.
Si realizamos este análisis teniendo en cuenta sólo los centros en
los que conviven varones y mujeres, se observa cómo la estructura de las
mujeres se polariza. Entonces, siete de cada diez mujeres trabajan en el Grupo
1 y la participación en el Grupo 3 se queda en un irrelevante 1,5%. El peso del
Grupo 2 también se reduce en 3% respecto al general (30%).
En síntesis, las mujeres están más ocupadas que sus compañeros en
el Grupo 1 y prácticamente no participan en el Grupo 3, el más especializado;
sólo 25 de las 83 mujeres que trabajan en el Grupo 3 están en centros mixtos.
En el Grupo 2 mantienen una presencia acorde a su peso (8%) porque en este grupo se incluye los trabajos
de cocina y hay centros penitenciarios en el que esta tarea la realizan
mujeres.
Al realizar un análisis del reparto en el interior de cada grupo,
las diferencias manifiestan que las mujeres están sobrerrepresentadas en el
Grupo 1 porque su peso es del 12,3% mientras que entre la población general
suponen un 8%, y en el grupo 3 están infra representadas, donde sólo alcanzan
el 4,5% del peso total del grupo. En el grupo intermedio, su peso se
corresponde exactamente (8%).
La primera idea que se puede extraer de estos resultados es que
las mujeres están más ocupadas que los varones pero lo están en las peores
tareas. La segunda, es que su ocupación se centra mayoritariamente en los
cuidados (cocina, lavandería) y en la limpieza. Como conclusión, el sistema
penitenciario crea y reproduce desigualdades entre mujeres y varones al asignar
este reparto del trabajo.
Hay una justificación recurrente de la institución sobre la baja
cualificación de las mujeres y su celo en las tareas de limpieza para hacer
esta distribución. También, se argumentan motivos de seguridad que justifican
su exclusión de los “talleres tradicionales” o de los trabajos remunerados
mejor pagados. Lo que parece evidente es la necesidad de revisar la forma en
que se realiza el acceso a los puestos de trabajo en las prisiones españolas teniendo en cuenta
la perspectiva de género.
6.1. La ocupación de los extranjeros
Otro aspecto relevante a la hora de analizar la estructura
ocupacional es el origen, según su nacionalidad, de las personas que trabajan.
Existe el convencimiento tanto entre las mujeres extranjeras como en el
funcionariado de las prisiones que el reparto del trabajo es equitativo e,
incluso, que los extranjeros están en mejor situación laboral.
Los datos del siguiente cuadro no parecen indicar que globalmente
ésta fuera la situación durante el año 2010. En general, si la población
española representaba el 65,71%, su peso entre la población trabajadora fue del
78,31%, es decir una sobre representación de casi el 13%. Por sexo, los varones
que deberían alcanzar el 31,14 sólo lo hicieron hasta el 19,43%. Las mujeres
extranjeras, cuyo peso es del 3,15% entre la población general sólo tuvieron un
peso de 2,26%, casi un 30% menos. Es decir los varones extranjeros llegaron al
62,39% del peso que les correspondería y las mujeres al 71,74%.
Cuadro 5. Población reclusa y ocupada
según nacionalidad y sexo en las cárceles españolas (2010)
|
POBLACIÓN GENERAL
(MEDIA 2010)
|
POBLACIÓN
TRABAJADORA
|
|
ESPAÑOLA
|
EXTRANJERA
|
TOTAL
|
ESPAÑOLA
|
EXTRANJERA
|
TOTAL
|
|
N
|
%
|
N
|
%
|
n
|
N
|
%
|
n
|
%
|
N
|
Hombres
|
39.699
|
60,80
|
20.332
|
31,14
|
60.031
|
15.738
|
70,68
|
4.326
|
19,43
|
20064
|
Mujeres
|
3.206
|
4,91
|
2.058
|
3,15
|
5.265
|
1.700
|
7,63
|
504
|
2,26
|
2204
|
Total
|
42.905
|
65,71
|
22.390
|
34,29
|
65.296
|
17.438
|
78,31
|
4.830
|
21,69
|
22268
|
Fuente:
Elaboración propia a partir de datos de OATFP ofrecidos a SINDISCRIP.
Al observar la estructura ocupacional de los españoles y
extranjeros por sexo, comprobamos alguna
diferencia que puede estar en el origen de la percepción de la posición que
ocupan los extranjeros en el trabajo. Tanto en el caso de los varones como en
el de las mujeres su peso en el Grupo 1 es inferior en un 5% aproximadamente al
de la población española y superior en el Grupo 2 en un 10% en el caso de los
varones y en un 4% en el caso de las mujeres. Es decir, tanto unos como otras
ocupan mejores puestos comparativamente que los españoles, aun cuando la
proporción es pequeña.
Otro aspecto relevante a la hora de analizar la estructura
ocupacional es el origen, según su nacionalidad, de las personas que trabajan.
Existe el convencimiento tanto entre las mujeres extranjeras como en el
funcionariado de las prisiones que el reparto del trabajo es equitativo e,
incluso, que los extranjeros están en mejor situación laboral.
Los datos del siguiente cuadro no parecen indicar que globalmente
ésta fuera la situación durante el año 2010. En general, si la población
española representaba el 65,71%, su peso entre la población trabajadora fue del
78,31%, es decir una sobre representación de casi el 13%. Por sexo, los varones
que deberían alcanzar el 31,14 sólo lo hicieron hasta el 19,43%. Las mujeres
extranjeras, cuyo peso es del 3,15% entre la población general sólo tuvieron un
peso de 2,26%, casi un 30% menos. Es decir los varones extranjeros llegaron al
62,39% del peso que les correspondería y las mujeres al 71,74%.
Cuadro 5. Población reclusa y ocupada
según nacionalidad y sexo en las cárceles españolas (2010)
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POBLACIÓN GENERAL
(MEDIA 2010)
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POBLACIÓN
TRABAJADORA
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ESPAÑOLA
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EXTRANJERA
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TOTAL
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ESPAÑOLA
|
EXTRANJERA
|
TOTAL
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N
|
%
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N
|
%
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n
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N
|
%
|
n
|
%
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N
|
Hombres
|
39.699
|
60,80
|
20.332
|
31,14
|
60.031
|
15.738
|
70,68
|
4.326
|
19,43
|
20064
|
Mujeres
|
3.206
|
4,91
|
2.058
|
3,15
|
5.265
|
1.700
|
7,63
|
504
|
2,26
|
2204
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Total
|
42.905
|
65,71
|
22.390
|
34,29
|
65.296
|
17.438
|
78,31
|
4.830
|
21,69
|
22268
|
Fuente:
Elaboración propia a partir de datos de OATFP ofrecidos a SINDISCRIP.
Al observar la estructura ocupacional de los españoles y
extranjeros por sexo, comprobamos alguna
diferencia que puede estar en el origen de la percepción de la posición que
ocupan los extranjeros en el trabajo. Tanto en el caso de los varones como en
el de las mujeres su peso en el Grupo 1 es inferior en un 5% aproximadamente al
de la población española y superior en el Grupo 2 en un 10% en el caso de los
varones y en un 4% en el caso de las mujeres. Es decir, tanto unos como otras
ocupan mejores puestos comparativamente que los españoles, aun cuando la
proporción es pequeña.
6.3. Procesos de
selección, formación y biografías laborales
Los datos laborales expuestos hasta el momento muestran las
desigualdades que se producen entre los varones y las mujeres, y entre ellos
cuando se considera su origen. Durante la investigación hubo una búsqueda
incesante de indicadores que estuviesen relacionados con estas desigualdades y
que pudiesen aportar información sobre los factores que provocaban estas
diferencias.
En principio, el área de educación y la formación previa de las
personas presas podría explicar parte de las desigualdades observadas, pero
cuando se indagaron estos indicadores, los resultados mostraban que la
situación educativa de partida de las mujeres era o similar o un poco mejor que
la de sus compañeros y que su participación en el sistema educativo era mayor.
En este campo de la capacitación también se tuvo en cuenta el acceso que tenían
las mujeres a las acciones dirigidas al empleo. El resultado fue que la tasa
media de participación de mujeres por cada 100 mujeres en esta actividad era de
39, mientras que los varones era casi de la mitad (21), lo que eliminaba
también este factor.
Descartada la formación previa y su participación en la
capacitación laboral y educativa, el segundo campo de observación fueron
cuestiones relacionadas con el régimen punitivo que pudiera provocar su
exclusión de determinados puestos del mercado laboral. Esta cuestión parecía
poco consistente porque el problema no es de cantidad de participantes sino de
cualidad de los puestos ocupados. Pero había un resquicio a la consideración de
diferencias en las sanciones muy graves, que conducen al aislamiento e impiden
el trabajo más formalizado (talleres productivos) o un elevado número de
sanciones graves que conducen a esta misma exclusión como castigo. Aunque es
cierto que hay centros en los que se producen diferencias en las tasas de
sanciones que inciden más sobre las mujeres, de ningún modo estas cuestiones
puede explicar las desigualdades.
Así, se puso el foco en las biografías laborales previas y en la
conexión que éstas pudieran tener con las biografías laborales en prisión. De
este modo se comprobó que gran parte de estas mujeres había realizado trabajos
de muy baja cualificación relacionados con los cuidados y las tareas de limpieza, sobre todo aquellas que provenían
de capas sociales muy bajas. En ellas coincidía también que tenían un nivel de
cualificación muy bajo o incluso eran analfabetas, como ocurre con algunas
mujeres de la etnia gitana. Una hipótesis plausible podía ser que fueran ellas
mismas las que solicitaran ese tipo de trabajo en lugar de querer acceder a los
puestos de talleres productivos. Es decir, quizá fueran ellas las que
provocasen la situación al reclamar un empleo que ya conocían y en el que se
sintieran más cómodas, sobre todo, también, porque el trabajo en los talleres
productivos es mixto y no está bien visto o incluso es motivo de enfrentamiento
con sus parejas. Esta es una de las explicaciones que se halla en el discurso
del funcionariado. Sin embargo, se analizaron las entrevistas abiertas que se
habían realizado para confeccionar los indicadores, única fuente sobre
percepción del trabajo de la que disponíamos, y los relatos mostraban con
claridad lo contrario. Aunque para ellas es más fácil acceder a la limpieza, la
lavandería o ser auxiliar de cocina u otras tareas, declaraban que lo que les
gustaría sería incorporarse a los talleres mejor pagados. Obviamente, conocen
que no hace falta formación para muchos de esos talleres e, incluso, saben que
pueden capacitarse sin problemas.
El análisis, en consecuencia, nos condujo hacia los procesos de
selección y asignación de las mujeres a los puestos de trabajo. La
responsabilidad de esta tarea no recae sobre una sola persona, puesto que al
estar asociado el trabajo al tratamiento penitenciario y a la clasificación
individual, las juntas de evaluación tienen que certificar formalmente la
incorporación. Sin embargo, la figura clave de este proceso es el Educador del
Módulo porque es quien toma gran parte de la decisión. En las entrevistas, las
mujeres mostraban que el camino para conseguir trabajo era solicitarlo
constantemente a estos funcionarios.
La estrategia tiene similitud con las biografías fordistas, es
decir, se comienza a trabajar de meritorio sin cobrar, se pasa a ser aprendiz
cobrando esporádicamente al realizar alguna sustitución y, finalmente, se
releva en el puesto a la persona que lo realizaba habitualmente. Claro está, todo este proceso no conduce a
una formación especializada en las categorías
del Grupo 1, eso sólo sucede con algunos talleres del Grupo 2 como la
panadería y con casi todos los del Grupo 3.
Este proceso puede durar años y no siempre concluye exitosamente.
En principio, antes de comenzar a hacer méritos hay que pasar de preventivo (en
espera de juicio) a penado. Esta es una condición imprescindible puesto que
durante la etapa de preventivos se producen traslados para juicio o de centros
penitenciarios que afectan a la organización del trabajo. El tiempo de
preventivos es un tiempo de espera. Una vez que se conoce la sentencia y se
llega al centro en el que se supone se cumplirá, la duración de la condena es
también importante, si la sentencia es corta es difícil conseguir empleo.
Superadas estas fases se comienza con la carrera para conseguir el puesto.
Durante ese tiempo, los traslados de centro, las sanciones o el cambio de grado
pueden suponer tener que comenzar de nuevo. La rotación es altísima. Sólo hay
que tener en cuenta que si durante el año 2010 el OATPFE declaró que tenía una
ocupación media de 12.333 empleos, en ese mismo período los datos de la
investigación nos dicen que participaron 22.268 personas.
Aunque formalmente existen factores que influyen en el proceso de
selección, la clave parece estar en el tiempo de espera o, al menos, eso es lo
que declaran los que realizan la selección. Entre las presas se habla de que
este supuesto factor objetivo es vulnerado cuando conviene a la institución. Un
breve repaso a las entrevistas y a las dificultades que han tenido para acceder
al trabajo muestra cómo las personas que tienen un mayor nivel educativo llegan
antes y a los mejores puestos.
Este proceso y la arbitrariedad con la que se pueden llevar a cabo
constituyen elementos de control social relevantes del sistema. Sólo hay que
pensar en las situaciones que describen las extranjeras que no tienen arraigo
ni apoyo económico familiar, que tampoco tienen dinero porque se le suele
confiscar cuando se las detiene porque se considera relacionado con el tráfico
de drogas y que, además, pueden tardar varios meses o años en poder trabajar
para conseguir algunos ingresos. Sin duda, una situación de extrema
vulnerabilidad que debería ser considerada como elemento de decisión en la
asignación del trabajo.
Respecto a las desigualdades que se producen, el análisis permite
considerar que aunque se mantiene de un modo informal las cuotas de
participación de las mujeres que permiten explicar la situación en términos de
igualdad, en la práctica, existe una visión sexista que proviene de la cultura
patriarcal y de la situación de vulnerabilidad de las mujeres. Convendría
objetivar los procesos de selección en torno a políticas de igualdad que
consideraran la vulnerabilidad como eje de la acción. Al fin y al cabo, la
obligación de la institución es mejorar las posibilidades de los presos al
reingreso, no mantener las desigualdades estructurales que se producen fuera.
7. CONCLUSIONES
La primera idea que se puede extraer de estos resultados es que
las mujeres están más ocupadas proporcionalmente que los varones.
La segunda idea es que su ocupación es de peor calidad porque se
centra mayoritariamente en los cuidados (cocina, lavandería) y la limpieza, que
son los grupos de actividad peor considerados y peor pagados. El efecto de esta
distribución del trabajo es que las mujeres ganan alrededor de un 20% menos que
los varones porque están en las categorías más bajas y porque se les asigna
menor tiempo de trabajo.
La tercera idea que se pone de manifiesto en los resultados es la
infrarrepresentación de los extranjeros entre la población trabajadora,
indiferentemente del sexo, y su leve mejor posición en la estructura
ocupacional.
La cuarta idea es que no existen elementos objetivos (educación,
formación previa, biografías laborales etc.) que justifiquen esta división del
trabajo. El origen está en los procesos de selección que, al no estar suficientemente
objetivados y orientados a políticas de erradicación de las desigualdades,
reproducen una desigualdad estructural que, por otro lado, es similar a la que
se produce fuera de prisión.
A continuación, se proponen
una serie de indicadores para averiguar el grado de discriminación en el área
de trabajo.
8. Propuesta de
indicadores de discriminación en prisión: área de trabajo
INDICADORES DE EMPLEO
EMPLEO 1
|
Población asalariada
|
Definición
|
Conjunto
de personas que dentro del centro penitenciario y durante el período de
referencia han recibido alguna remuneración salarial por su trabajo.
|
Fórmula de cálculo
|
|
Interpretación
|
Es
el número de personas diferentes que han percibido alguna remuneración por
trabajo durante un año.
|
Fuente de Información
|
Área
de trabajo del OATPFE
|
Nivel de desagregación
|
Sexo
/ Origen (español o extranjero) / Centro penitenciario
|
Periodicidad
|
ANUAL
|
Limitaciones
|
Se debe tener cuidado para seleccionar
bien las personas que han recibido remuneración y evitar la duplicación de
registros de los que han trabajado en varios meses, puestos de trabajo o
centros. Es decir, hay que seleccionar por un registro único como el DNI.
Este indicador sustituye al propuesto de
“población ocupada”. El motivo es que hay personas que están empleadas y no
cobran porque están en periodo de aprendizaje o de meritorio.
|
EMPLEO 2
|
Tasa de ocupación general
|
Definición
|
Población
asalariada entre la población penitenciaria del centro.
|
Fórmula de cálculo
|
|
Interpretación
|
Se
obtienen el porcentaje de personas ocupadas en general. Al cambiar las
variables de cómputo de la desagregación se obtiene el porcentaje de
ocupación por cada uno de los grupos según el origen y el centro.
|
Fuente de Información
|
Área
de trabajo del OATPFE
|
Nivel de desagregación
|
Sexo
/ Origen (español o extranjero) / Centro penitenciario
|
Periodicidad
|
ANUAL
|
EMPLEO 3
|
Ocupación según el tipo de
actividad
|
Definición
|
Población
asalariada según el grupo de actividad en el que trabajan entre la población
asalariada de cada grupo específico.
|
Fórmula de cálculo
|
|
Interpretación
|
Se
obtiene la estructura ocupacional. Al cambiar las variables de cómputo de la
desagregación se obtiene la estructura ocupacional según sexo y origen.
|
Fuente de Información
|
Área
de trabajo del OATPFE
|
Nivel de desagregación
|
Sexo
/ Origen (español o extranjero) / Centro penitenciario
|
Periodicidad
|
ANUAL
|
EMPLEO 4
|
Tiempo de trabajo según el
grupo de ocupación
|
Definición
|
Suma
de horas trabajadas por la población asalariada entre la población penitenciaria
del centro
|
Fórmula de cálculo
|
|
Interpretación
|
Se
obtiene la distribución de horas realizadas por cada grupo demográfico. Al
cambiar la base de cómputo según el grupo de actividad se obtiene la
distribución de las horas por grupo de actividad y grupo demográfico
|
Fuente de Información
|
Área
de trabajo del OATPFE
|
Nivel de desagregación
|
Sexo
/ Origen (español o extranjero) / Centro penitenciario
|
Periodicidad
|
ANUAL
|
EMPLEO 5
|
Salario según el grupo de
ocupación
|
Definición
|
Suma
de euros cobrados por la población asalariada entre la población asalariada
|
Fórmula de cálculo
|
|
Interpretación
|
Se
obtiene la distribución de horas realizadas por cada grupo demográfico. Al
cambiar la base de cómputo según el grupo de actividad se obtiene la
distribución de las horas por grupo de actividad y grupo demográfico
|
Fuente de Información
|
Área
de trabajo del OATPFE
|
Nivel de desagregación
|
Sexo
/ Origen (español o extranjero) / Centro penitenciario
|
Periodicidad
|
ANUAL
|
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